jueves, 4 de enero de 2018

El litoral chileno: estuarios y lagunas costeras


Los estuarios son ecosistemas que se forman en la desembocadura de los ríos en el mar. Por su localización y la mezcla de aguas dulces y saladas se genera un ecosistema muy rico que contiene elementos de tierra firme y del mar: el embotellamiento de las aguas al desembocar genera una gradiente de salinidad que permite la presencia de peces de agua dulce como diversas especies de pejerreyes o la lamprea de bolsa (Geotria australis) que remonta río arriba desde el mar para reproducirse, o aves marinas como pelícanos (Pelecanus thagus) y muchas especies de gaviotas. Existe mucha vida, razón por la cuál diversas aves migratorias eligen estos lugares como sitios de descanso en sus viajes desde sitios tan lejanos como Norteamérica. Este es el caso de la gaviota de Franklin (Leucophaeus pipixcan) o el zarapito (Numenius phaeopus) que ven en estos lugares sitios de descanso y alimentación. En lugares como la desembocadura del río Aconcagua, entre Concón y Quinteros, se han registrado simultáneamente hasta 30 mil ejemplares de gaviota de Franklin descansando mientras realizan su migración hacia el sur del país.

Cientos de gaviotas de Franklin en el Humedal de Mantagua.

La vegetación puede constar de agrupaciones de totoras (Scoenoplectus californicus) formando totorales, juncos (Juncus sp.) formando juncales, carrizos (Phragmites australis) formando carrizales y vatros (Thypha angustifolia), aunque en su conjunto muchas veces a todas se les llama simplemente totorales. Estas y otras plantas se distribuyen dependiendo de la profundidad del agua, el grado de salinidad o la temporalidad con que están sumergidas y son vitales para mantener estabilizados los bordes del río. Allí anidan multitud de aves como el Siete colores (Tachuris rubrigastra) que es, como dicen algunos, imposible de ver si no es en los totorales. En las lagunas costeras que se forman por barreras físicas que impiden que el río llegue directamente al mar, es posible ver también ver a la tagua común (Fulica armillata), la tagua chica (F. leucoptera) y la tagua de frente roja (F. rufifrons). Estas tres especies pueden tener requerimientos similares, y pueden convivir sin competir eligiendo vivir en zonas diferentes de la laguna: las taguas de frente roja viven en los bordes de las lagunas, las taguas comunes en el centro y las taguas chicas entre medio de estas dos.

Der: taguas comunes; Izq: taguas de frente roja (fotos de Juan Pablo Salgado).

En algunos sitios de los estuarios pueden crecer bosques de sauce chileno (Salix humboldtiana) y diversos matorrales como la chilca (Baccharis salicifolia) que brindan espacios donde las garzas pueden anidar. Un ejemplo notable es el estuario formado por la desembocadura del río Huasco, en la III Región, que alcanza una gran extensión de totorales, praderas inundadas, aguas corrientes y calmas y bosquecillos de sauces. Al encontrarse en una zona desértica, todas las aves acuáticas de la zona se congregan allí, tanto por su gran tamaño como por la escasez de otros humedales. El humedal del río Lluta, en la desembocadura de dicho río, se congrega también mucha fauna y tiene la particularidad de encontrarse prácticamente en el límite Norte de Chile, colindando con Perú, de modo que allí es posible ver aves que no son frecuentes de ver más al sur: habitantes del desierto o ejemplares errantes que llegan de casualidad.

Desembocadura del río Huasco (foto de Juan Pablo Salgado).

Desembocadura del río Lluta (foto sacada de www.wikipedia.org).

Cuando el agua del río se descarga en el mar aporta multitud de nutrientes que enriquecen las aguas y pueden favorecer el crecimiento de bosques de algas que sustentan una variada fauna, e influyen en el crecimiento de plancton: animales o plantas microscópicos que sirven de alimento al krill y otros animales y estos a su vez alimentan a predadores más grandes como las ballenas, incluyendo a las ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) o la ballena azul (Balaenoptera musculus). Incluso el endémico delfín chileno (Cephalorhynchus eutropia) parece preferir vivir cerca de estuarios, al menos en la zona costera entre Chiloé y Valparaíso.


El ser humano ha venido usando estos espacios naturales desde hace miles de años sin alterarlos de tal manera que se comprometa su calidad de refugio de biodiversidad, pero en los últimos siglos las cosas han cambiado. Al arrastrar todo el material desde río arriba, muchas veces los estuarios vienen cargados con sustancias contaminantes que vierten los asentamientos humanos en los ríos. Estudios realizados en la desembocadura del río Aconcagua han mostrado daños genéticos en el pejerrey de mar (Odontesthes regia) y en la lisa (Mugil cephalus), ambos peces que allí viven y que podrían tener estos daños por las diversas sustancias contaminantes presentes. Además, el continuo desarrollo inmobiliario y cambios en los usos de suelo puede afectar estos ecosistemas al extraer o depositar áridos, desechos de construcciones y basuras varias lo que permite la proliferación de flora exótica invasora capaz de tolerar estas intervenciones en desmedro de la flora nativa. La intervención que se haga aguas arriba puede disminuir el caudal del río o el flujo de nutrientes, afectando las poblaciones de plancton en el mar y con esto, en última instancia, a las ballenas. La destrucción de estuarios dificulta a las aves migratorias realizar sus viajes pues se quedan cada vez con menos sitios de descanso y los que van quedando están mas espaciados entre sí. Es necesario proteger estos importantes enclaves de biodiversidad, que unen la vida marina, terrestre y de agua dulce. Una correcta planificación territorial que contemple estos sitios como prioritarios para la conservación, junto a una efectiva fiscalización para que no sean destruidos de manera ilegal y, por sobre todo, una puesta en valor de estos lugares para el común de la población, son cruciales.

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